JUEGOS, SEXO Y AMOR
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 24 jul 2015
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 4 feb 2021
NOTA DEL AUTOR
En diciembre de 2013 daba por finalizado el borrador de mi primera novela, «El Niño De Los Colores». En junio del año siguiente la presentaba en sociedad después de haber tenido la suerte de poder conseguir que me la publicasen. El sueño se hacía realidad y la ilusión se cumplía aparcando al iluso. Por fin ya tenía y podía presumir de mi primer cativo impreso («niño impreso»), tal como me lo bautizó uno de sus primeros compradores y lectores en el acto de mi primera presentación y firma de libros. Denominación que, desde entonces, he adoptado como mía.
Posteriormente, en un medio de comunicación local, decía, «Soy de los que cada día se inventa una historia», y no era ninguna pose. Tengo historias a cientos medio rematadas en mi cabeza, de lo que no estoy ya tan seguro es poseer el talento suficiente como para poder plasmarlas en papel y, mucho menos, si fueran a despertar el interés suficiente como para ser leídas. En mi primera tentativa, lo he conseguido. Tal vez no en términos de éxito desde el punto de vista editorial, pero sí que lo ha sido para mí.
Mi intención inicial después de «El Niño De Los Colores», era tomarme un tiempo sabático en esto de escribir. La segunda, si es que ésta llegaba, era dedicarme a una historia de «terror» o lo que, hoy en día, viene a denominarse un «thriller». Un proyecto al que le vengo dando forma mental desde que, un día, ilusoriamente, soñé con que me publicasen lo que escribiese.
Pues ni una cosa ni la otra.
Me enfrasqué en una nueva aventura que no tenía previsto, además de escoger un género literario que en nada antes me había inspirado y por el que nunca había mostrado interés alguno. Lo único que he leído al respecto hasta ahora ha sido «Historia de O» (Histoire d’O) de Pauline Réage (seudónimo de Dominique Aury) en francés – su idioma original –, y de eso hace ya muchos años, amén de algún que otro pasaje de las obras de Donatien Alphonse François de Sade, Marqués de Sade, como las «120 jornadas de Sodoma». De esto hace relativamente poco. Esto es cuanto bagaje poseo en el mundo «erótico-literario» y voy, con absoluta desfachatez y atrevimiento – resultado sin duda de la ignorancia –, y me atrevo con una «novela» de este tipo.
Todo tiene su explicación.
La principal responsable de que esto suceda es mi esposa Ana – sin ella, probablemente, no os aburriría con mi torpe literatura –, y el culpable, inmisericorde, yo. Como millones de personas en el mundo – sobre todo mujeres –, Ana sucumbió a los encantos de Grey y sus cincuenta sombras y yo, algo «celoso», reté a la mismísima E. L. James (Erika Leonard James, seudónimo de Erika Mitchell – su nombre de soltera –), autora de «Cincuenta sombras de Grey» (y sus secuelas «Cincuenta sombras más oscuras» y «Cincuenta sombras liberadas») y osé decir a mi mujer que yo era capaz de escribir una historia «erótica»mejor que las citadas. Lo paradójico es que quien le regaló la trilogía, he sido yo. Ella aceptó el desafío y lo que viene a continuación son sus consecuencias. Espero que sea benevolente conmigo y no sea demasiado dura en su crítica: ¡Gracias amor mío!
En cuanto a ustedes: ¡juzguen ustedes mismos!
Lo segundo que quisiera aclarar es por qué he decido contar en primera persona lo que aquí pretendo relataros. La idea me la dio mi hermana Olga – «mi más ferviente admiradora» –. Me lo sugirió tras leer «El Niño De Los Colores». Por lo que pude desprender de sus palabras es que es un «estilo literario» que le gusta. Seleccionado el «estilo», surgió en mí un dilema: si esto va a ser contado en primera persona, podría dar a entender que lo que aquí se narra son experiencias reales vividas, nunca mejor dicho, en primera persona. Como no soy persona dada a los malentendidos, quiero que conste como palabra de honor dada que, todo lo que en esta historia se expone es fruto, única y exclusivamente, de mi imaginación; en ningún caso son vivencias personales, siquiera inspiradas en las mismas.
Es una novela y, como tal, una obra de ficción.
No soy ningún mojigato, y la vergüenza con los años merma, pero sentí la necesidad de aclarar conceptos. Definidos y delimitados éstos, no me queda más que agradecer a todo aquél que con su palabra, su aliento y su ánimo, sigue animándome – valga la redundancia – en esto de las «artes literarias». Y, cómo no, al que, de un modo u otro, se asome a éstas páginas.
Muchas gracias a todos.
Euskadi-Galiza, xullo 2015.
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