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«CARTAS DESDE GALIZA»

Actualizado: 13 ago

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Mi Muy Querida Hermana.

      Un año más aquí me tienes ante la pantalla en blanco intentando entintar momentos compartidos por la caligrafía, invadiendo perímetros de una superficie anquilosada por el devenir de los acontecimientos… y, como todos los años, quien acaba en blanco no es otra cosa que mi mente. Sí, esa que pretende convertirme en escritor. Está visto que aquella no tiene otra misión que la de procurarnos la felicidad, porque, Mi Querida Hermana, lo que es pensar, razonar, discernir, debatir o refutar, al menos en mi caso, le queda grande.


      Esta introducción no es más que una forma, entre otras tantas, de entablar una conversación, aunque sea por escrito, en la que la palabra solo es ejercida por una de las partes. Y, como en este caso, al que le toca hablar es a mí, entenderás que me cuesta lo suyo encontrar algo con que entretenerte, pues, la elocuencia, no es, precisamente, mi fuerte, aunque algunos así lo crean. Yo, lo que creo, es que confunden el hablar mucho sin decir nada, con la oratoria bien definida y de interés. Tú bien me conoces, y sabes que cuando me conceden la palabra y arranco a hablar… ya no hay quien me detenga.


      Pero hablemos de ti, tú eres la «prota». Ha quedado meridianamente claro, lo costoso que me resulta poder entablar una conversación, negro sobre blanco, cuando trato de acudir a la ocurrencia, a mí que casi nunca nada interesante se me ocurre. Pero procuro no rendirme y me esfuerzo y, de pronto, una idea, un comentario, una palabra hace que mis escasas células grises se iluminen. Hoy, al mediodía, sin ir más lejos, compartiendo unas pocas lentejas – sabrosísimas, dicho sea de paso (nada extraño, pues la cocinó mi amada esposa) –, Ana y yo debatimos sobre complejidad, complicación, simpleza y sencillez, y los dos estuvimos de acuerdo en varios aspectos: primero, que la complejidad y complicación en modo alguno son sinónimos; segundo, misma afirmación puede aplicársele a la simpleza y la sencillez.

      La complejidad, para describirlo de algún modo, viene de serie, se le puede aplicar a muchas cosas y muchos casos. Como las relaciones humanas, por ejemplo, suelen ser complejas. Pero nosotros, Amada Hermana Mía, el Ser Humano, tendemos a complicarlo todo. Con la simpleza y la sencillez ocurre que la primera es algo demasiado esquemático, donde la inteligencia, la sesera, si no brilla por su ausencia, al menos, no deslumbra. La sencillez es convertir lo complicado y hasta lo complejo, en algo simple, natural. Es un signo de inteligencia.


      En el tercer punto en el que Ana y yo, concordamos, analizando nuestro entorno, es que tú nada complicas lo complejo, ni tu misma idiosincrática complejidad, sino que todo lo resuelves, simplemente, con tu innata sencillez. Pues tú no eres simple, sino sencilla, ni eres complicada, sino compleja, y te lo dice quien siempre todo lo complica intentando resolverlo con simpleza. Tal vez, pensarás, que lo digo desde el corazón por ser tu hermano y conocedora de mi amor, pero aquel, hermana mía, ama sin complejos desde la sencillez.


      No me cansaré de avisar a todo aquel – o aquella, por eso del mal entendido y aplicado lenguaje inclusivo – que a mis «CARTAS» se asome, obvie mis elucubraciones pseudo filosóficas, y se centre más en a quien va dirigido lo expuesto. Al fin y a la postre, mi propósito, aunque sencillo, no pretende nada complicar, simplemente felicitar, al de turno, por el motivo que sea, sin complejos.


      ¡Felicidades, Olga!


      Es de muy mal gusto exponer la edad de una dama.


rpm ‘25


Fornelos de Montes, maio 2025.


P. D.: Tu cuñada Ana se suma a las felicitaciones.

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