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«CARTAS DESDE GALIZA»



Mi Muy Amado Hijo.

      Ya sé que tu cumpleaños fue ayer y que todo aquel que me conozca volverá a echarme en cara mi tan reconocido hábito al despiste y a la misma falta de memoria. Pues, esta vez, sin que sirva de precedente, no es el caso, por lo que no me disculparé por mi tardanza. El motivo por el cual publico el presente escrito un día después de tu aniversario, nada tiene que ver con el olvido o cualquiera de sus analogías, sino con lo que yo considero una estrategia, pues publicarlo hoy a través de esta red social, me hace pensar (o creer, y que creer no es saber, como siempre mantengo) que obtendré mayor éxito de audiencia. Una excusa más como cualquier basada en lapsus de otra índole. En todo caso, hijo, bien deducirás, que el escrito fue escrito el día de marras.


      El acervo popular, allende el Padornelo, nos acusa cuando menos de poco audaces al refugiarnos en el manido dicho que sugiere que los gallegos, ante un dilema cualquiera, siempre se quedan en mitad de la escalera sin esclarecer si bajan o si suben. Yo más bien lo llamaría prudencia, que falta de valentía. En verdad, y si quieres que me decida sin equilibrio alguno, te diré que el gallego bien sabe si sube o baja. Quien desconoce su trayectoria son los curiosos que pretenden conocer la intención de los demás sin tener clara su propia decisión clamada como si de una verdad absoluta se tratara. Creo que la postura de quien ejerce el «depende» es más sabia que la de quien afirma con rotundidad. Hasta esto último expuesto, depende del prisma de cada cual.


      Es como la «manía», que yo catalogo como «sana costumbre», de responder a una pregunta con otra pregunta. Quienes no participan de ese modo de conversación, tachan a quien la practica de desconfiado. Deberían – y otra vez vuelvo a creer –, elegir mejor sus calificativos, pues preguntar es la base de cualquier filosofía. ¿Qué respuestas obtendríamos sin preguntas? Hasta los absolutistas, aquellos que presumen de saberlo todo sin nada conocer antes mismo de preguntar, no podrán negarme que sea cual sea el asunto a determinar, por más que certidumbre enarbolen, depende del prisma con el que se vea. Es más educativo el diálogo cuando es mantenido en clave de preguntas que de supuestas certezas, pero, sobre todo, mucho más igualitario. Tú y yo, hijo, por tanto practicarlo, de «dependes» sabemos mucho, pues siempre estamos atentos a la pregunta adecuada que podamos hacernos el uno a otro. Tal vez por ello sea por lo que tan bien nos conocemos, pues nada el uno al otro imponemos con nuestros «depende» y «preguntas». Además de ser menos aburrido, es mucho más divertido.


      Una vez más me he dejado llevar por mis paranoias pseudo-filosóficas y, en vez de escribir algo interesante sobre el que debería ser el único protagonista de esta misiva, me dejo arrastrar por mi mente que no sabe, sino, más que divagar. Es tu cumpleaños, y lo que aquí importa eres tú y no mis elucubraciones. Cumples no diré cuantos – al menos en cifras – porque tal vez dependa de ello que todo lo aquí versado tenga validez o no.

      Y yo te preguntaré:


-     ¿Y tú qué crees?

      Y tú me responderás:

-        ¿Por qué?... depende…


      Sin otro particular, no quiero despedirme de ti, no sin antes aprovechar la ocasión para felicitarte por tu aniversario. Y de eso sí estoy seguro, pues un 31 de enero de 1987 nacías a este mundo. Y aquí no hay «depende» que valga ni «preguntas» que hacerse, lo mismo que el amor que te profeso. Lo que depende es lo que indique tu edad.


      ¡Felicidades, Bruno!

rpm ‘25

Fornelos de Montes, xaneiro 202  

  

P. D.: No sé si a mamá le gusta o no este escrito, eso depende, lo que sí me hace saber sin atisbo alguno de duda son sus muestras de amor y su suma a las felicitaciones.

 
 
 

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