«CARTAS DESDE GALIZA»
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 8 dic 2024
- 3 Min. de lectura

Mi Muy Amado Hijo.
En mi mente tengo fijado el día de tu aniversario como el pistoletazo de salida de «Nuestras Navidades», esas que la convención establece y comparte como entrañables. No seré yo quien discuta este extremo. Entre otras cosas es el día que elijo para la confección del Árbol de Navidad y con todo lo que este hecho arrastra consigo. También era el día en el que nos reuníamos las dos vertientes de tu familia, la paterna y la materna, con el deseo de una mayor aproximación.
De eso hace ya bastante tiempo por más que este corra. Me reconozco, como ya tengo mencionado en más de una ocasión, un nostálgico. Me gusta la costumbre, las tradiciones y el mismo orden de la rutina, sin ello no tengo referencias y todo se vuelve caótico por más que tenga que admitir que todo se encamina hacia el cambio, aunque prefiera que ese caminar sea lento. Pero las circunstancias, por desgracia y más veces de lo que uno desea, toman las riendas, y en connivencia con el cambio hace que todo deje de ser igual y que otros modelos, costumbres, tradiciones y rutinas se impongan. Es ley de vida y hay que aceptarlo.
¡Ves que cuán grande es mi nostalgia! Sin embargo, si me cuesta despegarme de mis costumbres y rutinas es porque, ese mismo transcurrir de la existencia que te empuja inexorablemente hacia el cambio, no siempre te lleva a algo mejor. Los cambios, aunque necesarios y muchos de ellos inevitables, no poseen la exclusividad de la mejoría. Por más que con el paso del tiempo ganes en sabiduría, pierdes o dejas por tu andadura cosas de mucho valor, como la juventud, por ejemplo y, lo peor de todo, es que nada de lo de antes vuelve y lo nuevo no necesariamente es mejor.
Nadie puede predecir el futuro, como mucho podemos prevenirnos a través de la especulación a tenor de los datos de que disponemos. Y siendo realista, creo, y bastante objetivo, el mundo que está aún por llegar no es nada halagüeño. Al parecer, vosotros, las nuevas generaciones estáis condenados a vivir peor que la generación que os procedió, esa que tuvieron a bien bautizar con el ñoño nombre de baby boom. Y esto no lo digo yo, sino mentes más pensantes que la mía; pero, sobre todo, los datos. Aunque hayamos avanzado en muchos ámbitos, como el tecnológico, por ejemplo, lo estamos – o estáis – pagando con creces, perdiendo en otros tantos o más aspectos, tal vez no en cantidad, pero sí en valor. En pérdida de humanización, de libertad, de conciencia, de autenticidad, de educación, de pensamiento… en definitiva, de calidad de vida. Si a todo esto le añadimos el cambio climático, ¿qué salís, ganando o perdiendo? Hemos querido cambiarlo tanto, que lo hemos cambiado todo. Yo estaría cabreado con el legado que os hemos dejado.
Y no quiero ser más agorero, pero viendo el percal no puedo más que serlo. Analicemos los cambios políticos que se van produciendo a nivel global, que son lo de menos, sino que lo preocupante es el cambio de mentalidades, como las ideas retrógradas vuelven a infectar las mentes humanas, como la llamada globalización nos va desposeyendo de nuestra unicidad para constituirnos en un único y unificado solo ente. Todos estamos abocados a pensar igual y lo mismo. En parte es normal, se veía venir, nos hemos cargado el planeta sin ser conscientes que nosotros formamos parte del mismo...
Aquí lo dejo, hijo, no voy a enrollarme más, no quisiera que una simple carta cuyo fin último es la de transmitir unas felicitaciones, se convierta en una especie ensayo seudo-filosófico sobre el cambio vital y el futuro. Nada más lejos de mi intención, pues, ni tengo la preparación y sabiduría necesarias, ni este es el formato y lugar adecuados. Te ruego hijo, disculpes mis desvaríos, aunque estos sea fáciles de evitar: es cuestión de que obvies todo cuanto aquí se ha vertido, salvo la parte en la que te felicito por tu cumpleaños.
Feliz cumpleaños, Hijo Mío.
Tu padre que te quiere y no te olvida.
rpm ‘24
Fornelos de Montes, decembro 2024.
P. D.: - Tu madre me tacha de majadero y me pide encarecidamente que no me hagas caso y te haga llegar sus mejores deseos que acompaña, como no, con sus acostumbrados beso y abrazo afectuosos.
Comentarios