«CARTAS DESDE GALIZA»
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 14 sept 2024
- 4 Min. de lectura

«[…] las palabras, así lo creo sinceramente, no son simples herramientas de comunicación desprovistas de alma; sino también, o sobre todo, crisol de cultura y memoria, decantación de siglos, tesoros de contenidos y memoria. Y al acercarnos a ellas, al comprenderlas bien y utilizarlas correctamente, enriquecemos nuestra habla y la de nuestros interlocutores, nuestra comunicación verbal o escrita, con el poso cultural que en ellas han ido dejando los siglos. Por supuesto que las palabras cambian, evolucionan y se adaptan a nuevos tiempos y formas de mirar el mundo, como debe ser. Pero si en ese proceso se empobrecen, pierden de vista los significados que les dieron nobleza – no digamos ya si interviene en ello la contaminación política –, nos hacen a todos menos eficaces, menos cultos y menos libres. Y no vivimos, en absoluto, tiempos en los que sea bueno despreciar la eficacia, la cultura ni la libertad».
Este texto no es mío, como tampoco lo es el que más adelante expondré. Es parte de un artículo El cabo del fin del mundo, del cual recomiendo su lectura (y todo lo publicado por este autor), de mi admirado escritor de nombre Arturo y apellido Pérez-reverte, publicado en «Zenda/El bar de Zenda/Patente de corso (XL semanal)». Sé que no tengo el talento de mi admirado autor, pero intentaré decirte de la mejor manera lo que quiero transmitirte.
Estoy de acuerdo, las palabras no son simples herramientas de comunicación desprovistas de alma, como tampoco lo son los gestos, la comunicación no verbal, pues forman un todo a la hora de expresarnos. Como son algunos silencios, que dicen mucho más que cualquier oración por larga y bella que esta sea. Estarás de acuerdo, también en esto, conmigo.
A veces, esos silencios tienen que ver con la alegría, la admiración, la sorpresa, la belleza, pero también con la tristeza, la desazón y el mismo dolor. Ese dolor que te arrastra a la reflexión, a tiempos pasados, que hace que te replantees la vida, tu existencia pasada y futura, como las mismas palabras, con historias de siglos impregnadas. He ahí, todo lo que encierra la comunicación, y también de ahí parte el cuidado que debemos poner y tener a la hora de comunicarnos. Todo influye a la hora de aplicarnos a la misma. Por supuesto, las formas y el fondo, pero también el tiempo y el mismo espacio. Contigo, ese tiempo se ha prolongado más de lo deseado y no nos ha permitido encontrar el espacio necesario. La comunicación, en definitiva, ha sido escasa, cuando no, nula. Pero queda el recuerdo y me aferraré a él para seguir comunicándome contigo, eligiendo las palabras, escogiendo los gestos, que tú y yo tanto hemos practicado en el pasado. No pretendo recuperar el tiempo perdido, solo intento decirte que nunca dejarás - como nunca has dejado - de ser mi amigo.
No sé si tengo mucho por lo que arrepentirme, pero sí por lo que pedir perdón. No siempre he estado a la altura de lo demandado, de lo exigido, como de la amistad, por ejemplo. Esta no es baladí, y exige lo máximo de uno. La fortuna tuvo a bien poner en mi camino los mejores amigos que uno pueda tener y desear, pero con ello también quiso ponerme a prueba a mí y, honestamente, debo confesar que he fracasado. Puede que no en todo lo que la amistad exige, pero eso no es suficiente argumento como para justificarme y no hace que me sienta mejor. He fallado, amigo, y no sé cómo perdonarme cuando tú ya me has perdonado.
No te nombraré, ni tampoco descubriré el porqué de este escrito, solo quiero darte las gracias por ser mi amigo, pero sobre todo por admitirme como uno de los tuyos, por ser parte de tus vivencias. Ya quedó dicho por el sabio, vivir sin amistad, es no vivir. Entonces, puedo concluir que yo he vivido: te he tenido como amigo.
Me resulta difícil expresar lo que siento por ti, a no ser los ya conocidos llamamientos al afecto. Quisiera ser algo más original, pero no encuentro otro modo que no sea el que hasta ahora he venido expresando. Una vez te dediqué unas palabras que, aunque no mías, sí reflejan lo que creo, sinceramente, te definen como persona. Te las reproduciré una vez más (son, como ya he dejado constancia, palabras de mi admirado escritor Arturo Pérez-Reverte) y son las siguientes:
«Creo en varias cosas. Que la mejor puñalada se da en la ingle de abajo arriba. En guerreros silenciosos y mujeres valientes. Creo en quienes toda su vida procuran pensar como griegos, pelear como troyanos y morir como romanos. Creo que todos morimos solos y a ciegas. Y que, para hacerlo con dignidad, se requiere un largo entrenamiento. Creo en las piedras viejas y los cuadros oscuros y los atardeceres rojizos en el mar. Y en las parejas jóvenes que se besan. Y creo en algunas cosas que no le contaré nunca».
rpm ‘24
Fornelos de Montes, setembro 2024
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