«CARTAS DESDE GALIZA»
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 20 may 2024
- 4 Min. de lectura
Mi Muy Amada Hermana.
Te amé, y estoy seguro de que te amaré. A decir verdad, siempre te he amado. Desde el primer instante consciente en que empecé a sentir. Fuiste mi primer amor. Y no porque me enamorara de ti, sino porque eras la persona con la que mejor me sentía. Y me siento. El amor o, mejor dicho, el enamoramiento, nada tiene que ver con el amor. El amor es, ante todo, respeto. Luego podemos adornarlo con lo que queramos, porque es tan grande que puede con todo. ¿Qué puedo decirte yo a ti sobre el amor?... ¿Qué es el amor? ¿Y tú me lo preguntas? Amor eres tú…
Es posible que esté siendo un poco cursi. Pero no me importa. En este caso prefiero pecar de exceso y, si me lo permites, volver a reiterar mi amor por ti. Y no me avergüenza tener que repetirlo las veces que sean menester, ni clamarlo a los cuatro vientos para que todos me escuchen. ¿Por qué habría de avergonzarme de ello?... Pues eso parece… pues hay quien se avergüenza de sentir. Sobre todo de amar. Se lo toman como una debilidad, sin reparar en que no hay mayor fortaleza, arma más grande y poderosa que el amor. Ante Él todo se rinde, nada resiste, todo se empequeñece, nada le puede, todo lo vence, nada lo ensombrece. Mucho se habla de Él y sobre Él, pero de esa inmensa palabrería, una parte muy pequeña se ve traducida en la práctica. Se queda, en el mejor de los casos, en un te quiero. Nos da tanto, y que tan poco le damos. Y, sin embargo, Él se conforma con nuestra minúscula contribución. Pero no se detiene, sigue su camino sin importarle la importancia que queramos otorgarle. Se sabe triunfador, conocedor de nuestras pequeñas miserias y, cuando por fin viene a instalarse en nuestros mezquinos y egoístas corazones, tratamos de arrancárnoslo, pues nos retratan, nos hace ver quién somos de verdad.
Él me salvó. Por Él escribo; por Él vivo; sin Él no escribiría; sin Él no viviría. Gracias a Él te dedico esta «CARTA», y gracias a Él es por lo que puedo gritar sin ambages: ¡Te amo! Y nunca me enamoré de ti, porque eso sí que sería una cursilada. El enamoramiento se lo dejo para los que no saben ni entienden de amor. El amor es eterno, el enamoramiento, efímero. Yo me enamoro todos los días, de cualquier cosa. De ti, por ejemplo. Y podría hacerlo a cualquier hora, en cualquier momento. Pero me desenamoro con la misma facilidad que me enamoro. Con el amor es distinto: amo a tiempo completo, y a ti te he amado desde siempre y seguiré haciéndolo, no importa en cuáles de sus acepciones y formas. He ahí la eternidad: solo se encuentra en Él.
Que nadie que esto lea se sienta discriminado, apartado o desplazado, el amor lo abarca todo, lo abraza todo, puede con todo, como ya ha quedado dicho. Pero hoy te toca a ti, Amada Hermana Mía. A los demás, procuro, en la medida de mis posibilidades, también hacerles llegar mi amor. Sé que muchas veces no me esmero lo suficiente, pero me consuelo pensando que, al menos, lo intento. Me conoces lo bastante como para saber que la filantropía no es precisamente de algo que adorne mi personalidad, pero si hay algo que me impide caer irremediablemente en la misantropía, es el amor. Él me hace todavía creer, tener alguna esperanza.
No sabía muy bien qué escribirte, como suele ocurrirme muy a menudo, pero hace tiempo que quería gritarte mi amor por ti, aunque fuera negro sobre blanco. Sin duda, esta fórmula escrita escogida, no posee la misma fuerza, mas quisiera que lo tomaras como si fuera a voz en grito. Como regalo, te ofrezco este poema, que no será perfecto, pero sale de mi corazón, de mi amor. Espero que lo entiendas y lo disfrutes.
¡Felicidades, Amada Hermana Mía!
Yo también mantengo
mi soliloquio, D. Antonio;
también converso, platico
con el hombre que siempre va conmigo,
aunque no espero
hablarle a Dios un día,
pues una arrogancia, considero,
por mi parte sería.
Por bueno también me tengo
aunque no brote mi verbo
de manantial tan sereno como el suyo,
pues me reconozco
como Usted algo jacobino,
un tipo que no siempre sigue su doctrina,
alguien algo soberbio
que desdeña la filantropía.
Mi infancia es el recuerdo
de un patio de colegio
de la tierra del polvo
que a Usted, D. Antonio,
le cubre un país vecino.
Mi pubertad y adolescencia
con catorce años inicio
en tierras de mi amada Galicia.
Dividí por necesidad mi tiempo
de vida, ocio y trabajo,
por no mejor saber hacerlo,
yo que de todo tanto presumo
hasta de mi pobre intelecto.
Catorce años en Euskal Herria
fueron mi castigo,
penitencia que con gusto repetiría.
No he sido un seductor al uso
ni bueno ni malo,
nada extraordinario, desde luego,
pero he amado
y, lo más importante, he sido amado
más de lo que merezco;
he dicho que sí un día
y no me arrepiento,
pues he sido dichoso toda una vida.
Nada me deben por lo que escribo,
también a mi trabajo acudo
y no siempre con mi dinero pago.
Ninguna mansión habito
ni traje alguno visto,
pues, quien algo me conozca,
mi triste aliño indumentario
del mismo modo reconocerá.
Y cuando llegue ese día último, sin viaje alguno
dejaré este mundo como simple ser humano,
y puede que algo más sabio y más profano.
Y no, no volveré algún día,
ni mañana, ni pasado, ni el día del Juicio;
todo, absolutamente todo, se quedará
en la misma nada de la que procedía.
“Retrato”
rpm ‘24
Fornelos de Montes, maio 2024.
Comentarios