«CARTAS DESDE GALIZA»
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 13 abr 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 23 abr 2024

Mi Muy Señora Mía
A veces Usted y yo, Mi Señora, como supongo, les pasará a la mayoría, soñamos, como suele decirse, despiertos. Y nos imaginamos una vida alternativa, divagando y especulando en que si la fortuna nos hubiese dado o nos sonriese más, o en que si hubiésemos optado por tal u otra decisión, pensando, tal vez, en si la vida, que es lo mismo que lo nuestro, nos irá o nos hubiese ido mejor. Pero ambos, Mi Señora, siempre hemos estado con los pies bien pegados a la tierra sin renunciar a nuestros sueños, por lo que bien conocemos el valor del condicional. El vivir en el «si», si esto o si lo otro, es vivir condicionado, y nosotros siempre hemos tratado de vivir bajo ningún tipo de condicionante o condición alguna. Solo la libre elección, en nuestro caso, gobernó nuestras decisiones recíprocas.
Con todo, y por más vida alternativa que fuera, con lo que nunca especulamos y menos soñamos, es con una vida sin estar juntos. Y no me refiero solamente a Usted y yo, sino a todos nosotros: Usted, yo y nuestros hijos. Entonces, sí, hablamos en serio aunque sea en sueños, y sobre todo lo hacemos de ellos y sobre ellos, nuestros hijos. Y nos henchimos de orgullo al comprobar que seguro es lo mejor que hemos sabido hacer. En muchos otros campos hemos fracasado, sobre todo yo, pero en cuanto a ellos no albergo ninguna duda de que no hemos fallado, y Usted, Mi Señora, menos que yo. Sin su concurso y participación hubiera sido del todo imposible haberlo conseguido. Fue el timón que a todos nos guio; la fuerza que nos alimentó; la prudencia que nos cuidó; el sostén que nunca aflojó y el amor que nos unió entre una larga lista de virtudes que me temo no tendrían cabida en este escrito. Usted, Mi Señora, ha sido nuestra amalgama, mis pilares fundacionales en los que todo se desarrolló.
No son elogios dados a la ligera, Amor Mío, son la constatación de unos hechos. Sé que tu natural modestia te impedirá admitirlo, pero la realidad es mucho más terca y acaba siempre por imponerse. Respaldaré lo expuesto con un solo ejemplo y que, precisamente por ser solo uno, es único: nuestros hijos. ¡Mejor no los hubiera podido parir! Así que, y disculpe mi soez lenguaje, ¡viva la Madre que los parió! Ve como sin su concurso y participación hubiera sido imposible conseguirlo. Y Usted, sin embargo, aferrándose a su ya reseñada modestia natural, me contestará que también sin mi concurso y participación nada hubiera sido posible. Y lleva razón, pero creo sinceramente que mi aportación ha sido incomparablemente mucho más modesta que la suya.
Estoy convencido de que te reirás al leer esta «CARTA DESDE GALIZA», pero que una parte de ti escudriñará entre las entrañas de estas pocas líneas malparidas y encontrará la verdad de lo que quiero transmitirte. Muchas veces lo hemos hablado y soñado, los dos, en susurros, para nosotros, y siempre llegamos a la misma conclusión: tenemos unos hijos maravillosos. Y entonces especulamos en querer creer que tal vez algo en ello hemos tenido que ver. En tu caso, Amor Mío, me reafirmo en lo que hasta ahora he venido escribiendo.
Supongo que todo el mundo tiende a pensar lo mismo de lo suyo, y no seré yo quien niegue las virtudes de nadie, pero de lo que nosotros nunca hemos presumido, es de haber sido o ser el mejor de los padres o la mejor de las madres. Tal vez en ello radique nuestro éxito, que los protagonistas no somos nosotros, sino ellos, nuestros hijos. No dejaré de pregonarlo a los cuatro vientos por más que la envidia me tache de arrogante y presumido. Puede que en esto último tenga razón, pues presumo de mis hijos.
Al final, todo es un proceso, pero en nuestro caso, y más en el Suyo, Mi Señora, tiempo ha que hemos descubierto las bondades de ser padre y madre por tener los hijos que tenemos. No nos hizo falta llegar a cierta edad, como la que Tú, por ejemplo, hoy cumples.
Felicidades, Amor Mío.
Eternamente Suyo/Tuyo.
rpm ‘24
Fornelos de Montes, abril 2024.
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