«CARTAS DESDE GALIZA»
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 14 abr 2023
- 3 Min. de lectura
Mi Muy Señora Mía.
Ayer fue su cumpleaños y nunca sabremos, o no nos pondremos de acuerdo, si, al cumplir años, vamos sumando o restando. Es como la visión del vaso de agua, si está medio lleno o medio vacío. Yo, tal vez, por mi poco entusiasmo a favor del optimismo, me inclino más por la resta que por la suma. Y no por una simple cuestión numérica de más años vividos o menos de éstos por vivir, sino la resta que trae consigo esos mismos.
Se dice que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Es posible que así sea, pues no seré yo quien discuta la sabiduría popular. Sin embargo, aun aceptando, lo que a todas luces parece obvio, que con los años vamos aprendiendo por la fuerza y el empuje de éstos mismos, pongo en duda que dicho aprendizaje se vea reflejado en nuestro comportamiento, es decir, que su influencia se vea plasmada en lo que somos en sí. Yo creo más bien que es un aprendizaje que no pasa más allá de ser una acumulación o almacenamiento de datos que, si bien nos ayuda, no profundiza en nosotros mismos, no nos cambia como persona. Cambiamos de piel, cambiamos de aspecto, pero no cambiamos como personas, simplemente aprendemos cosas, y no siempre. Somos limitados y nuestro desarrollo no excede de los límites de la adolescencia cuando ya física, mental y psicológicamente alcanzamos la plenitud.
Es probable que esté errado, y sin duda para muchos lo esté, incluso, si me permite, para Usted, Mi Señora. No obstante, terquearé, lo que se me da muy bien, e insistiré en mi exposición con el argumento ya descrito y, como muestra, le mostraré un botón: Ana, tú has perdido recientemente a tus padres y te pregunto si eso te ha cambiado como persona, como lo que de verdad eres en sí en ti misma, lo que te hace ser lo que eres y quién eres. Sin duda habrás aprendido y tal vez tu forma de enfocar algunos temas existenciales y de otra índole se haya visto influido por la pérdida, por la experiencia vital, pero no estoy demasiado seguro que eso te haya cambiado, hacer que seas alguien distinto a lo que ya eras y eres ahora. Sigues siendo Ana, con todo lo que eso conlleva y significa.
No pretendo mortificar a nadie, y sabes que a ti todavía menos, pero tú has vivido, compartido y vivido los últimos meses, días, momentos e instantes de vida de tus padres y sus respectivas muertes y, siendo totalmente sincera, ¿te crees todavía aquello que todo el mundo o casi todo el mundo da por válido, que dice que estamos muriendo y estamos aprendiendo? Yo, como Usted bien conoce, Mi Señora, he pasado, no ha tanto tiempo, por lo mismo, y mi conclusión, mi respuesta es no.
Por otro lado, no quiero dejar pasar la ocasión para, una vez más – y van ya unas cuantas porque así Usted ha ido adquiriendo méritos –, mostrarle mi admiración. Como he dejado dicho al comienzo de esta, ayer fue su cumpleaños y, como todos los años, pude observar el reducido número de «felicitaciones» que fue recibiendo a lo largo del día. Pocas, pero de las que de verdad importan. Usted, Mi Señora, que presume a bien de tener pocas amistades virtuales, entiende mejor que nadie el valor de esas pocas. No podía ser de otra manera, conociéndote, pues los focos nunca fueron tu fuerte. Tú no los necesitas, tú luces con luz propia. Una luz propia que irradias sobre los demás, que a mí, particularmente, siempre me iluminó el camino a seguir. Desde siempre, el sabio ha hablado de Dios, del Hombre o de la Tierra como centro, como luz de todo, pero pocos se ocuparon del Sol, sin reparar en que él es el centro de todo, de él todo parte y él todo lo ilumina. Eso tenéis los seres de luz. Gracias por compartir tu/su vida conmigo. Sé que estoy a salvo. De eso, si me lo permite, Mi Señora, hablaremos con más detenimiento en otra ocasión.
Afectuosa y cariñosamente, se despide de ti/de Usted, tu/su amor de siempre.
¡Felicidades, amor mío!
rpm'22
Fornelos de Montes, abril 2023.
Comentarios