«CARTAS DESDE GALIZA»
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 9 dic 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 21 feb 2023

Mi Muy Querido Hijo.
Cuando no hace mucho hablé contigo por última vez hasta la próxima, noté en ti una transformación, una metamorfosis, diría más bien, que debo confesar me impactó positivamente. Si la memoria no me falla, creo recordar que en alguna de estas CARTAS ya te mencioné la maduración que como hombre has venido mostrando a lo largo de estos últimos años, desde que, hace ya más de una década, tomaste la decisión de emanciparte. Y no una emancipación cualquiera, de esas que se quedan a medio camino entre el arraigo y el desprendimiento total de las amarras, sino de la efectuada por unos pocos valientes que tienen el coraje de arrojarse a la vida y la providencia; de los que sin desprenderse de lo que son quieren vivir de verdad, desean de verdad vivir; de los que no se atan a las posesiones para ser libres o, al menos, intentarlo.
Otra de mis confesiones es la que te comenté: eres el ladrón de mis sueños. Sin embargo, me alegro a pesar de la envidia. Me ilusiona pensar, y en cierto modo así es, que eres una prolongación de mismo, no en vano eres mi hijo. Que tú estés viviendo la vida que yo hubiese probablemente elegido, me hace sentir bien. Si yo no he podido, me satisface ver como uno de los míos sí lo ha logrado. Suena a engreimiento, lo sé, pero no puedo evitar mis emociones cuando trato con uno de vosotros.
Te preguntarás por qué yo no, pues, como bien decía el filósofo, uno es uno y sus circunstancias. Las tuyas te lo permitieron, las mías fueron otras. Y, entre otras, tú. De haberme dejado arrastrar por mi «sueño», es muy probable de que tú no existieras. Nada quiero justificar con ello, las circunstancias son las que son y son casi siempre consecuencia de nuestras decisiones. No era lo soñado a priori, pero lo que me tocó vivir compensó, y mucho. Por ejemplo, tenerte a ti.
Con todo, seguí soñando y nunca he dejado de hacerlo. Y lo haré contigo. Viajaré allá donde tú te encuentres, y juntos nos empaparemos de libertad. Abriré el libro que tú supones para mí y te leeré con avidez para colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré, que citaría el maestro Sabina. No he renunciado a mis sueños, solo he tenido que aparcar alguno que otro. Y otros han venido a ocupar ese vacío. Y doy gracias por ello, solo es cuestión de pensar en ti, entre otras muchas cosas. Formas parte de esos sueños hoy realidad. Una realidad que ni en el mejor de mis sueños hubiera podido imaginar. Estoy orgulloso de ti, hijo, y no es ninguna afirmación baladí. Sólo te pediré una cosa: que sigas poniéndome los dientes largos cumpliendo con tus sueños, que yo me los limaré a base de felicidad que no es otra que la tuya. Bien sabes que si tú eres feliz, yo soy feliz.
Y ya son treinta y seis años de felicidad, de sueños e ilusiones proyectados en ti. La mayoría no cumplidos, pero los pocos que sí vieron la luz colman cualquier expectativa. Los que tú estás viviendo son uno de ellos. Y yo los vivo contigo y tú conmigo porque tú siempre serás parte de mí y yo seré siempre formaré parte tuya. No podrás escapar de lo que eres: mi hijo; y yo ya nunca podré romper mis cadenas: soy tu padre.
Sigue soñando y juntos probaremos esos trajes en piel de todo lo que queramos ser desafiando la misma eternidad para nunca tener que decirnos adiós. Seremos dos al precio de uno, las dos caras de una misma moneda que tirada al aire no se decantará por ninguna de las mismas, sino que permanecerá por siempre suspendida en el aire retando a la misma providencia, si tiene narices, a que se decante. Entonces nos reiremos por haber comprendido lo que de verdad es vivir.
No quiero pecar de tedioso y por ello te dejaré por el momento. Pero no te vayas demasiado lejos, pues todavía me restan un par de sueños por contarte. Será, por supuesto, otro día, por hoy me conformo con los treinta y seis años que me has regalado. Espero muchos más, y no estaría mal que la próxima vez sea en persona y no a través de estas nuevas tecnologías que tanto nos facilitan la vida pero que a mí tanto me agobian. Supongo que será por lo mucho que te añoro.
Felicidades, Ramsés.
Tu padre que te quiere.
rpm ‘21
P.D.: tu madre se suma a las muestras de amor enviándote un beso muy grande y la mejor de sus felicitaciones.
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