«CARTAS DESDE GALIZA»

Mi Muy Amor Mío.

Una vez más, la rutina, esa que tanto nos ancla a la normalidad, que nos crea esa visión tan nuestra de una realidad tan distorsionada como el falso control que presuntamente nos proporciona, se paseó ante mis narices sin que me percatase a que día vivo. La distracción de los años hizo el resto, que no es otro que el olvido. Hasta que, y también rutinariamente, fui a anotar la fecha en uno de los tantos cuadernos de trabajo: la rutina por excelencia. Entonces caí en la cuenta, y la cuenta me salió 36. Y eso fue ayer, el 11 de agosto.

Cuarenta y dos son los que llevamos juntos; treinta y seis como matrimonio. Una relación a la antigua usanza. Una relación que por más antigua que sea volvería a vivir. Una relación antigua que no vieja. Antigua por creer que es de antes, que está pasada de moda. Antigua por longeva…

Puede que solo sea una falsa apariencia, ¿no crees, Amor Mío? Yo sí. Yo creo que es antigua por no tener fecha de caducidad. Por mantenerse fiel a sí misma; por nunca desfallecer; por ser auténtica; por superar la superficialidad; por no atarse a convencionalismos; por no dudar... por amor. Y me pregunto, ¿es acaso antiguo el amor? ¿Se pasa de moda? ¿Caduca? ¿Era una cosa antes y ahora es otra? No importa el tipo de relación ni lo que está pueda durar, lo importante es que se base en el amor. Lo que pueda ocurrir y el paso del tiempo solo son circunstanciales.

Te amé, te amo y te amaré sin reparar en el tiempo. Sin dobleces; sin engaños; con honestidad y hasta con honor; con pasión y devoción; por ser cómo eres; por ser quién eres. Porque lo sé más que creerlo; porque quiero y deseo… por amor. Con la convicción de que este todo lo puede; de que sin él es insustancial vivir; que vivir sin él es no vivir; que con él transcendemos a la eternidad.

El amor, Amor Mío, fue, es y será siempre eterno, por eso no caduca ni pasa de moda ni se puede cuantificar. ¿Cómo vas a contar lo que no se puede contar? ¿Quién se atreve a cuantificar la eternidad? Si te empeñas en hacerlo, fracasas; y será porque no has sentido verdadero amor; porque has tratado de moldearlo a tu antojo y beneficio, le has marcado la pauta y hasta diseñado su discurrir para intentar poseerlo en vez de disfrutarlo. Pero él va por libre por ser la misma expresión de la libertad y pasa de quien no lo acepta tal como es. No acepta chantajes ni imposiciones y prefiere el mimo al celo.

Es muy exigente, sí, pero todo a cambio te da. Jamás castiga, premia. Detesta la adulación, se inclina más por el mérito y el esfuerzo. Nunca te sientas dañado por él, pues es incapaz de maldad alguna, y cuando creas que te ha ultrajado, mira bien quién ha sido, pues él no es nadie, pero lo es todo. No le mientas, pues su intolerancia a la mentira le hará enfermar, y no hay peor enfermedad que un amor enfermo. Mímalo con celo, pero recordando siempre que los celos son incompatibles con su carácter: él no pertenece a nadie. Haz que se sienta orgulloso de ti; que puedas mirarle directamente a los ojos y nada pueda reprocharte; hazle saber que de verdad has amado. Y no te preocupes, cuando te asalten las dudas, él te las despejará.

Ya ves, Amor Mío, no sé si seguimos juntos por mantener una relación a la antigua usanza. Si te soy sincero te confesaré que yo sí lo sé. Y sé que tú también. Y sé muchas más cosas que aquí no contaré ni contaré nunca, no vaya ser que me tomen por un iluso o, lo que es peor, por un creído.

Una vez más, me he dejado llevar por mi torpe discurrir de la palabra negro sobre blanco. Mis elucubraciones seudo-filosóficas volvieron a hacer acto de presencia invadiendo perímetros de una superficie anquilosada compartidos por la caligrafía… Mi pretexto, sin embargo y como siempre, no es otro que el de felicitarte por nuestro nosécuanto aniversario.

¿A quién le importa los años? A mí no, y sé que a ti tampoco. Lo importante, Amor Mío, es que nos amamos. Y lo que nos queda.

Siempre tuyo.

rpm ‘21

Fornelos de Montes, agosto 2021.