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«CARTAS DESDE GALIZA»

Actualizado: 18 feb 2023


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Mi Muy Señora Mía.


Sonrío, Mi Señora, con el asomo que dibuja la nostalgia en la comisura de los labios, al recordar aquella peseta con la que todo empezó. Una de esas pesetas de las que ya no existen o, mejor dicho, de las que ya no están en circulación. Luego, fue un guateque el que nos unió, una de esas fiestas-reunión de jóvenes que por entonces tanto se estilaban y que hoy, si le confieso la verdad y disculpa mi supina ignorancia, no sé como las denominan. Más tarde, al trote de dos caballos a motor de un amigo común y la bienvenida a un hotel californiano, nació espontáneamente el primer «Te quiero», el cual, a lo campeón, se refrendó con un «Yo también». Hubo, como anécdota, escapatoria del sueño adolescente de la huida del hogar paterno tan efímero como romántico. Se cumplió, cómo no, nuestra primera vez, esa en la que desbordado de emoción no supe como afrontar; donde todo fue temblor, ternura y pasión. Repetimos, y entonces llegó la separación y la distancia sin temor a la ruptura por confianza ciega en el amor; cartas y llamadas telefónicas desde cabinas tanto o más en proceso de extinción como la peseta o los guateque a los que me he referido. Por fin, afirmados, fue como si todo se precipitara, como si el tiempo comenzase a galopar. Nos unimos, y abrazados nos dormimos en una larga noche de bodas. Al despertar, nos encontramos con tres hijos. No sabíamos muy bien qué hacer con ellos, pero decidimos intentar hacerlos lo mejor no siempre dándoles lo mejor sin que nunca aprendiéramos llegar a fin mes, por lo que hubo que repetir separación y distancia, pero esta vez a un paso de las nuevas tecnologías que no consuelan pero sí facilitan. Y en el sueño – hasta separados y distanciados – hubo gritos y besos de azúcar y sal citando al Maestro Sabina, enfados y peleas, pero que nunca dejamos se convirtieran en pesadillas. Henchidos de realidad, mantuvimos los pies bien pegados al suelo sin renunciar a nuestros sueños. Hoy podemos decir que están cumplidos: nuestros hijos. Hasta aquí hemos llegado, Sra. Mía, todavía sin saber llegar a fin de mes, pero satisfechos a pesar de la certera convicción de que todo siempre es susceptible de mejora o empeoramiento.


Hay quien se atreverá a juzgarnos, Amor Mío, pero no te preocupes, los pobres de espíritu se consuelan pensando y ocupándose de los demás.


Hoy no tengo mucho más que contarte Amada Mía, pero sirva esta brevísima exposición como síntesis de lo que he vivido junto a ti, porque sin ti nada de esto hubiese sido posible. Renovaría mis votos sin dudarlo un instante, ni una coma de lo escrito ni un punto de lo vivido cambiaría, Mi Señora, al menos que Ud. me lo pida a sabiendas de que semejante ocurrencia jamás se le ocurriría. En otra vida tal vez todo hubiera sido distinto, pero nunca mejor, salvo que en ella también te hubiese conocido y, por supuesto, amado. No concibo otra idea, otro mundo, otra existencia en la que tú, Ana, no estés. Soy, como pomposamente me he definido a un medio de comunicación, de los que cada día se inventa una historia. Y es cierto, pero lo que nunca cambian en esas historias es que tu siempre estás presente, siempre formas parte de ellas. Tú eres mi gurú, mi fuente de inspiración.


No seguiré enumerando todo cuanto Ud., Mi Señora, me hace sentir, pues, son por Ud. los motivos sobradamente conocidos. Así que cerraré esta carta con el preceptivo feliz cumpleaños (motivo esencial por el cual esta le dedico) y un escueto, pero no por ello menos sentido: TE AMO.


Afectuosamente tuyo/suyo,


rpm ‘21


Fornelos de Montes, abril 2021.

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