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«CARTAS DESDE GALIZA»

Actualizado: 17 abr

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Mi Muy Querido Amigo.

En mi anterior «CARTAS DESDE GALIZA», más o menos le venía a decir a quién iba dirigida la epístola que, sin razón aparente, nunca hasta ese momento le había dirigido palabra escrita alguna desde que me dedico a dirigirme, por medio de esta vía, a mis más allegados en un día de especial significación para ellos. Como en el caso que ahora nos ocupa, el tuyo, aunque sea con un día de retraso (no será la primera vez, ni seguramente la última, que esto me ocurra). Pues, como puedes comprobar, hoy he decidido dedicarte unas cuantas palabras. Y lo hago por dos razones fundamentales: porque quiero, y porque te lo mereces (y el merecimiento, tanto en tu caso como en el anterior, fue por considerar equivocadamente a mis amigos como «no allegados». ¡Craso error!)


Podría haber encabezado este escrito como «Mi Muy Querido Cuñado» o «Hermano Político», que sería como formalmente correspondería; pero he preferido usar el término «Amigo». A mi entender, y creo que concordarás con mi parecer, un término que se ajusta más a nuestra relación. De todos es conocido que las relaciones familiares, en mayor o menor medida, vienen impuestas, que no son elegidas. Esto es así, pero no es menos cierto que las demás no son, en gran parte, tan libremente escogidas como nos gustaría o desearíamos. Y me explico: la mayoría de ellas proceden de una relación previa, como la laboral o, como en tu caso, la familiar. En nosotros, evidentemente, está en determinar – por lo tanto, escoger – si convertimos esa relación previa en amistad o si la dejamos estar tal como nació. Contigo me decanté por la amistad, dejando la relación afectiva/familiar en segundo plano por más importancia que la familia pueda tener. Sin familia no se puede existir, pero sin amistad no se puede vivir, y yo soy de los que escojo vivir, más que existir.


Hay una palabra que siempre me viene a la cabeza cuanto tú también te cruzas por ella. Es «gratitud». Tengo mucho por lo que dar gracias, y a mucha gente, y de buen nacido es ser agradecido, y sería muy imprudente y poco razonable por mi parte faltar al dicho. Por ello, me siento un afortunado: estoy rodeado de personas que me hacen sentir bien. De ahí mi profundad y sincera gratitud. No quisiera pecar de pusilánime – pecado al que dicen suelo recurrir con demasiada frecuencia –, pero no puedo evitar sentir lo que siento. Con respecto a ti, me sucede lo mismo. No es momento ni lugar para exponer aquí las muchas cosas por la cuales te estoy agradecido; no es que sean innumerables, pero sí que son de especial calado y significación, lo que añade más valor a las mismas. Tú bien sabes a las cuales hago referencia, como también yo sé que nunca las considerarás una deuda para contigo, lo cual te ennoblece más si cabe.


Pueda parecerle, a quien esto lea, que nuestra amistad se fundamente más en la reciprocidad por lo que cada cual pueda aportar al otro, es decir, una relación basada en el interés mutuo. Debo decir que, de ser así, yo llevo las de perder. Quiero pensar que no es así, porque no es así, aunque así lo parezca. Tal vez la gratitud que te expreso se encuadre más en esa previa relación de familia de la que hablaba. Sea como fuere, estoy convencido que nuestra amistad no se verá afectada por la opinión de quien en ella no es llamado ni invitado; es nuestra y con ello nos basta. Congratulémonos porque así sea, un motivo más para dar gracias.


Bueno, poco más se me ocurre añadir en mi primera carta dirigida a tu persona, pero espero que, a partir de ahora y con tu aquiescencia, pueda escribirte cuanto más tiempo mejor, aunque sea tarde y mal. Así que toca despedirse, y lo haré a través del parentesco que nos une, entre otras cosas porque debo felicitarte: ¡Felicidades, cuñado!... Sigo pensando que suena mejor, ¡Amigo!


Afectuosamente,


rpm ‘20

Fornelos de Montes, maio 2020.

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