«CARTAS DESDE GALIZA »
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 25 abr 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 15 feb 2023

Así es como permaneces en mi memoria.
Mi Muy Querido Amigo.
Sería del todo inútil buscar una excusa, y una pérdida de tiempo intentar explayarme en el motivo o motivos por los cuales nunca, en el período que llevo haciendo lo que ahora estoy haciendo, te haya dedicado unas cuantas palabras escritas, además de parecerme casi un ejercicio de hipocresía. Pero sirva que tal vez fuera por cierto pudor; pudor ante ti. He tratado de cultivar la amistad a lo largo de mi existencia, y siempre he tenido la sensación de que aquélla me ha colmado con más de lo merecido. No cuento a mis amigos por centenares, y hasta es probable que no sobrepasen la decena, pero presumo que son de lo mejor. Todos y cada uno de ellos han dejado una huella indeleble en mi ser, marcado mi personalidad, y puede que tú seas de los que más. No solo eres bondadoso, amable y respetuoso, sino que tales cualidades – solo por citar estas tres – las adornas con sapiencia e inteligencia: de ahí mi pudor. Has leído ya alguna que otra cosa mía, pero nunca sobre tu persona, y no quisiera que las buenas críticas recibidas por lo primero, se enturbie con esta pobre misiva.
Sé que pensarás que lo que hasta ahora he expuesto no se corresponde con la realidad, y con ello vuelvas a elogiarme, pero no encuentro otro modo de expresar mi admiración por ti, y no una cualquiera, la nacida de la entrañas – que también –, sino la auténtica: esa que se produce cuando sabemos que hemos topado, por ejemplo, con la belleza. La amistad, amigo mío, no es más que otra expresión de belleza, y yo tengo la suerte de poder compartirla contigo, de contarte entre mis amigos y que tú me cuentes entre los tuyos. Bendigo el día que te conocí en el lejano ya, y tan próximo año 1985. La vida, como suelo decir, es demasiado corta como para decir que las cosas ocurrieron hace ya demasiado tiempo.
No me tengo por ocurrente, y mis entendederas son mucho más frágiles de lo que se pueda imaginar. Así que recurro a quien sabe mucho más que yo (por ello, tal vez, siempre traté de entablar amistad con quien algo pudiera aportarme como persona), y disculpando mi pedantería, si me lo permites, citaré a quien hace ya más de dos mil años dejó dicho que la felicidad plena no existe sin la amistad, sobre todo la virtuosa, esa que se da entre iguales. Soy consciente que es mucho aspirar a ser tu igual, pero me conformo con que tú así lo consideres, porque las desigualdades en una relación tienden a producir subordinación y dependencia de alguna de las dos partes, y quien es dependiente queda atado por vínculos de gratitud a aquel de quien depende. La relación ideal de amistad entre virtuosos no puede ser contaminada por una desigualdad manifiesta, porque esta constituiría un obstáculo que no permitiría a la relación dar los frutos que le son propios. Estoy seguro de que así tú lo entiendes.
En casi todas mis cartas advierto a sus receptores que, de algún modo, obvien lo que les dedico o, cuando menos, no lo tomen en demasiada consideración. Tal vez lo escrito aquí sea expuesto desde la pusilanimidad, un exceso en defecto con respecto a la magnanimidad. Como puedes observar, una vez más, amigo mío, he tenido que recurrir a alguien mucho más sabio que yo. Siempre lo hago.
En fin, no te entretengo más, y espero que a partir de ahora y para honrar nuestra amistad, yo pueda dedicarte unas cuantas palabras negro sobre blanco y tú me le permitas.
¡Feliz aniversario, amigo mío!
Afectuosamente,
rpm’20
Fornelos de Montes, abril 2020.
P.D.: Ana te manda un besito y un fuerte abrazo.
Comentarios