«CARTAS DESDE GALIZA »
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 13 abr 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 21 feb
Mi Muy Señora Mía.
Son tiempos difíciles estos que nos han tocado vivir o, más bien, puntualizaría yo – pretendiendo apartarme de los convencionalismos reinantes –, anómalos y, por ello, extraordinarios. No obstante, mi auto-impuesta exigencia de asomarme al teclado y a la pantalla en ocasiones como las de hoy, no debe ni tiene por qué ser alterada por circunstancias de tal índole: no estoy incapacitado para la escritura – de momento – ni tampoco la situación en la que nos encontramos me lo impide. La vida sigue, y yo seguiré con mi «rutina» mientras aquélla me lo permita, y no por destacar más de lo normal, sino, precisamente, por mantener esa misma normalidad.
Hablando de normalidad, de esa que al parecer nos han desplazado para, dicen, volver lo antes posible y mejor, me parece que nadie había reparado en lo bien poco estimada que estaba. Como tantas otras cosas, tales como lo común y lo público, que ya va siendo hora de que pongamos en valor y apreciemos en su justa medida. Aunque me temo, Amor Mío, que, como coloquialmente viene a decirse, pasado el día, pasada la romería, cada romero y romera, empleando el tan ahora de moda lenguaje inclusivo – aunque a mi juicio no haga sino más que dividir y excluir –, regresará, cada cual a su modo, a su peregrinaje interior.
Usted, más que nadie, Mi Señora, conoce mi poca alineación con la filantropía - que estos días vino a acentuarse un poco más si cabe por la situación creada - y la poca fe que, por tanto, profeso al género humano. Mucho se comenta – los más optimistas – de la vuelta a esa normalidad antes nombrada, y que a ella regresaremos reforzados y mejores como sociedad e individuos, porque de estas «crisis» somos quienes de aprender. Permítame, Mi Señora, primero, dudar de tales afirmaciones ilusionantes y, a mi parecer, ilusas; segundo, temer porque no se cumplan. Sería largo y tedioso exponer aquí todo cuanto pienso por pensar de este modo, pero la experiencia por lo poco visto y lo menos recabado por mi persona, me hace pensar que la raza humana conoce poco de cambios y mucho de permanencia. Leí en alguna parte – y no me haga demasiado caso, pues ya mi memoria no es lo que era, si alguna vez algo fue – que el cerebro, al menos el humano, está principalmente diseñado para hacer feliz a su poseedor. Pensar, en demasiadas ocasiones, por desgracia, Amor Mío, es demasiado penoso. Bien conocéis mi parecer.
Pero este no es el propósito de esta misiva, sino la de dirigirme a Usted, negro sobre blanco, una vez más, por su aniversario (cumpleaños), y que nuestra rutina se mantenga como siempre desde que se creó o, mejor dicho, creamos. No será seguramente la mejor, ni tampoco lo pretendemos, pero es «nuestra» y con ello nos conformamos. A quien pensará que es poco, pero para nosotros es suficiente porque nos alcanza para ser felices; otros criticarán lo anodino de nuestra existencia, que en ella nada hay de extraordinario ni de reseñable, nada con que la prosperidad nos nombre, nada con que la historia nos recuerde. Entonces, Amor Mío, tal vez no les contestemos, pero de hacerlo, les diríamos que ya tenemos quien nos recuerde, que nuestra prosperidad radica en el amor que nos profesamos y que lo reseñable y extraordinario es mantener la coherencia; porque, ¿qué tiene de extraordinario y reseñable que la prosperidad te nombre y la historia te recuerde, sin coherencia? Juzgue Usted mismo Mi Señora, y póngale nombre a la próspera historia de la extra-ordinariez de la raza humana. Yo, por mi parte, prefiero seguir manteniéndome en mi pequeño y vulgar mundo, contigo a mi lado, que pertenecer a un extraordinario supra-mundo que, de tanto prosperar sin coherencia alguna, no lo recordará ni su propia historia.
En fin, no me hagas mucho caso, Amor Mío, pero hoy no se me ocurrió mejor forma con la que felicitarte por tu cumpleaños. Sé que no es la mejor, pero bien tú sabes de donde procede, que no es otro que de mi corazón; un corazón que siempre será tuyo.
Afectuosamente, Suyo/Tuyo,
rpm’20
Fornelos de Montes, abril 2020.
Comentarios