top of page

«CARTAS DESDE GALIZA»

Actualizado: 21 feb

ree

Mi Muy Querido Hijo.

No hace mucho me acerqué a tus dominios laborales y, por un momento, te observé. Una sensación de orgullo paterno me invadió como nunca antes había padecido. Superado tanto acopio emocional, me vi a mismo siendo observado por otros ojos, como los de tu madre, por ejemplo, que estoy seguro adivinó lo que me estaba pasando: no en vano llevamos tantos años juntos. Estoy convencido de haberme sonrojado, pero la vergüenza, si es que esta afloró, fue superada con creces por mi amor de padre. No satisfecho con mi espionaje, no pude resistirme presumir ante una de tus colegas del parentesco que nos une, incidiéndole en el énfasis correspondiente al ascendente que tengo sobre ti. No cupe de placer, y tu madre casi se mofó de mí al ver como mis ojos y mis oídos no cabían en sí de gozo en un rostro con cara de bobalicón por tanto elogio vertido sobre tu persona. Creo que hasta tu colega se percató de ello. Pero no me importó, fue un auténtico gustazo.


Más tarde, le comentaba a Mamá, como tantas otras veces, de lo orgulloso que me sentía de vosotros, mis hijos. Y no quisiera que se interpretara como el orgullo del pobre, lo de una simple vanidad egoísta por resaltar lo suyo a costa de los otros, ni tampoco de un amor de padre – que sí lo hay – incapaz de ver más allá de ese mismo sentimiento, sino la de un progenitor inicialmente egoísta que, escéptico, puede hoy contemplar como el germen depositado se ha convertido en fruto maduro. Y no en uno cualquiera. Y eso tal vez, nuevamente egoístamente, tenga que ver con que sea su «creación», un malentendido que yo siempre traté de entender, pero nunca quien de resolver.


Sé que no he sido el mejor de los padres, ni nunca me lo he creído por nunca haberlo intentado. No es más que una quimera, y como padre no creo que lo más conveniente sea detenerse en intentos imposibles. Lo que sí he intentado es ser un buen guía, aunque casi siempre con absoluto desconocimiento del camino que la vida te va poniendo a cada paso que das. A mi manera, he tratado de andarlo lo más correctamente posible y de anunciaros de los peligros que lo jalonan; pero creo, modestamente, sin nunca imponéoslo, siempre tratando de que tomarais el de vuestra elección con toda la prudencia y consejos que buenamente fui capaz de transmitiros. El resultado, a mi corto entender, es más que satisfactorio, superando expectativas que yo pensaba hubiera podido superar. He recibo más de que yo pueda merecer, y no es una falta de modestia, es una confesión honesta de quien os ama pura y verdaderamente. Soy consciente de lo que también vosotros me amáis, de ahí la confesión.


Muchas veces me siento culpable por entender que no he estado a la altura de lo que, vosotros, quizás hubieses deseado. Divagaciones que tu madre me reprocha por infundadas, pero que no puedo evitar por ese querer siempre daros lo mejor de mí. A veces lo consigo, y en no pocas ocasiones no lo logro; pero cuando como hace poco, te vi en plena faena, comprendí que, tal vez, no lo hicimos del todo mal, aunque sé que la mayor parte del éxito te corresponde a ti. Y van ya treinta y tres años que lo vienes haciendo. Haciéndolo lo mejor que sabes y puedes, que de eso es de lo que se trata; y estoy convencido de que así seguirá siendo por siempre.


Bueno, hijo, me despido con un feliz cumpleaños que es lo que corresponde en este día, y no te entretengo más, solo espero volverte a «espiar» y de nuevo sentir ese subidón paternal que tanto bien proporciona a mi ego: pocas cosa son más grandes que el amor… de hecho, soy de los creen que es lo más grande.


Tu padre y tu madre que te quieren


rpm’ 20

Fornelos de Montes, xaneiro 2020

Comentarios


Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
bottom of page