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«CARTAS DESDE GALIZA»

Actualizado: 21 feb


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Mi Muy Querido Hijo.


Lo que deduzco de mi última conversación contigo, es que todo está bien. Es lo mejor que puede decirse aun a riesgo de decirse poco, diciéndolo todo. Tal vez sea por ello, sobre todo por cuanto ahora pueda decirte, que quiera decirte algo con lo que ahora quiero decirte. Insistiré, pues, porque siempre queda algo que decirse. A veces tanto, que no sabemos por dónde empezar. Con todo, lo intentaré, a pesar de la distancia, y el mismo paso del tiempo.


Por más que se viva en la gran aldea global, lo cierto es que la real distancia física es grande por más virtual que nos la quieran vender. La verdadera ventaja es que yo no te sienta tan lejos. Me aferro a la idea de tu cercanía, tal como lo hacía en tiempos de ausencia de vuestra compañía, cuando desarraigado enterraba mis raíces más y más profundamente en mi tierra, negándome a pertenecer a otra que no fuera ella. Me consolaba pensando que no era más que un alejamiento temporal, una etapa más en la dura carrera de la experiencia vital. Contigo me sucede lo mismo: me niego a pensar que te has desarraigado de mí, de tus orígenes, y no porque yo lo piense, sino porque tú lo creas. Ahora, más que nunca, debo ser ese faro de arribada a puerto para ti, aunque decidas nunca en él volver a atracar.

Y así debe ser, como lo fue para mí, mi padre. Ahora me toca a mí, y tanta es la conciencia que tomé de ello, que me asusta. No quisiera, como tantas otras veces, fracasar. Quiero hacerlo bien, pero, por enésima ocasión, perdóname si me equivoco, porque yo no seré quien de hacerlo, y no por incapacidad, sino por vergüenza. La vergüenza de volverte a fallar por más «Superman» que me creas, porque hasta los súper héroes fallamos. El mío también alguna vez me falló, pero era el «mío» y todo se lo perdonaba, porque, al final, siempre ganaba. Y no tanto a los malos, sino a mí. Me ganaba a mí, me ganaba el corazón. Luego, quien de verdad le fallaba era yo, y una vez más Él venía al rescate. Así me gustaría ser yo para ti. Tal vez, así, toda la distancia física que nos separa, quedaría anulada por la proximidad que más nos acerca, esa a la que llamamos amor.

Nunca te sientas huérfano, hijo. Yo, arrogante y egoístamente, me he sentido como tal sin ser consciente del tremendo error en el que casi me enroco. No hay nada más egoísta que el lamento personal, y nada más patético. Me envolví de orfandad al morir tu abuela. Hasta ese momento me pareció no estarlo. Estúpidamente me pregunté por qué, y más estúpidamente me inventé una serie de razonamientos a cada cual más estúpido. Pensé que, tal vez, mientras Ella estuviera viva seguía habiendo un nexo de unión entre Ellos y yo, aunque Él ya no estaba. Al morirse Ella, el nexo se rompió y mi egoísmo hizo el resto: me sentí huérfano, se me apareció el desamparo y creí vagar como perro sin amo, hasta que reaccioné. Fue el pasado 20 de noviembre, el día del cumpleaños terrenal de mi padre. Como todos los años, por esa misma fecha, me dispuse a dedicarle unas cuantas palabras escritas y, entonces, como si de la verdad más absoluta se tratara, en mi mente todo se aclaró. Nunca he estado huérfano, ni jamás lo estaré, me bastó con volver a mis raíces, con ganar la distancia de la muerte con la cercanía del amor, con solo pensar que Ellos están ahí como siempre lo estuvieron y lo estarán. Por ello nada escribí aquél día, porque nada bueno tenía que decir, solo una sarta de lamentaciones que me hubiesen valido el hundimiento de mi persona y el reproche de los míos. Y esto último es lo que más duele. Nunca dejes de ser quién eres ni recordar de dónde vienes, solo así lograrás vencer la distancia. Los mediocres de espíritu son aquellos que continuamente maldicen su suerte.


Y otra distancia viene a turbarte, esa que te separa, inexorablemente, más y más del día en que naciste, pero que remedias pensando en lo vivido. Yo, por otro lado, ahora mismo, te fijo en mi memoria como lo hice el día que te levanté en brazos y tomé plena consciencia de que era padre: juré, entonces, que nada ni nadie me separaría de ti.

Tu madre y tu padre que te quieren y no te olvidan,

¡Feliz cumpleaños, hijo mío!

rpm '19

Fornelos de Montes, decembro 2019

P.D.: Mamá me apunta que ella también te desea un feliz cumpleaños.

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