«CARTAS DESDE GALIZA»
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 31 ene 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 10 may
Mi Muy Querido Hijo.
Hemos dejado, por fin, el año 2020 atrás. En este caso, la locución adverbial de tiempo «por fin» cobra todo su sentido. «¡Por fin ha pasado!», grita casi todo el mundo, y digo casi, porque siempre habrá algún negacionista o qué sé yo que se negará a saber por qué razón. Aunque me temo que también estaremos deseando dar por fin paso al 2021. Pero no juguemos a adivinos que de oráculos está el mundo lleno. Y de sabios y de entendidos-en-todo que no saben de nada.
Pues sí, por fin hemos dejado atrás el año 2020. Lo digo por razones obvias que a nadie se le escapa (salvo las excepciones nombradas). Pero para serte sincero, aparte de lo obvio, yo quisiera incidir sobre otras cuestiones a expensas de no ser nada original y redundar, más si cabe, en lo obvio. Lo que año tras año vengo observando. Tal vez este año por fin ya pasado, debido a la situación a la que todavía nos estamos enfrentando, tales observaciones se me aparecieron con más nitidez. Así que no le perdonaré al 2020 lo que me ha hecho (lo que nos ha hecho, estaría mejor dicho), lo que me ha negado y, por lo tanto, sisado. De todos esos «robos», el privarme de tu compañía o, al menos, en menguármela, sería de los más destacados. Como puedes comprender, en este apartado, no solo te encuentras tú. El hecho de no haber podido estar más con los míos, es lo que menos he soportado a lo largo del año. Supongo que como la mayoría (no me repetiré con las excepciones). Con todo, lo que menos perdonaré es nuestro comportamiento, nuestro comportamiento humano, nuestro comportamiento como personas. Bien sabes tú de lo que hablo.
Hemos salido al balcón para aplaudir en gesto presuntamente solidario, después de desabastecer los supermercados de papel higiénico. Nos hemos encerrado involuntariamente para luego salir voluntariamente algo desbocados a la calle como si nos hubiesen arrebatado la libertad; una libertad que por desgracia no sabemos demasiado bien cómo gestionar. Hemos obedecido a regañadientes por entender que, los que presuntamente entienden, entienden menos que nosotros. Hemos sacado a relucir, como en toda crisis, lo mejor y lo peor de nosotros mismos; lo malo es que el mal es una ausencia de bien y el bien es un bien escaso. Hemos preferido creer a saber, creyendo al vendedor de humos y negando al sabio. Hemos, como siempre, echado la culpa al otro sin reparar en nuestros propios errores, nuestros propios fallos, sin apelar a la autocrítica, a nuestro propio examen de conciencia, a nuestra autorresponsabilidad. En fin, nos hemos comportado como siempre en un año que no fue como siempre. Hay quien todavía tiene fe y augura que de esta saldremos más reforzados como individuos y como sociedad. En este aspecto, yo te confieso ser hombre de poca fe.
No seré yo quien defienda a nuestros dirigentes (en cualquier escenario), pero se me hace difícil justificar muchos de los comportamientos de los dirigidos. Ya he mencionado unos cuantos. Cuando nos confinaron por razones de lo que se viene a denominar bien general, en este caso, la salud pública, hemos cuestionado cualquiera de las medidas impuestas. Por bien o mal que nos parezca, el reflejo general del pensamiento de una sociedad como la nuestra se ve reflejado en nuestros representantes políticos. No podemos obviar, y de ese modo exculparnos, que, esos políticos, están ahí porque nosotros los hemos puesto ahí. Probablemente me temo que no estén a la altura de lo que nos merecemos, pero quizás sea porque no merezcamos más. Si tuvieses los instrumentos adecuados para realizar una encuesta seria, poco me equivoco si el resultado de la misma mostraría que somos político-socialmente más bien ácratas. Y más los que más apelan siempre al orden y las buenas formas, sin saber a qué tipo de formas y orden se refieren. Si nos exigen ciertas obligaciones, no faltará quien se las salte sin más motivo que el que él se dicte. Si acierta, será un éxito solo atribuible a él mismo, si no, será culpa de la norma, del sistema, del otro. Es curioso, siempre reclamando más y más libertad, pero cuando la cosa se pone fea demandamos y exigimos de nuestros gobernantes que nos tutelen, esos mismos gobernantes que, a nuestro criterio, yerran siempre en sus tomas de decisiones, hasta cuando apelan, en un ejercicio de auténtica libertad, a nuestra propia conciencia y nos exhortan a la responsabilidad individual. Si dejas que te tutelen, ¿qué hay de tu libertad? Lo que de verdad nos hace libres, hijo, son nuestras decisiones, nuestra responsabilidad individual.
Sabes que no suelo expresarme en estos términos en estas «CARTAS» que dedico siempre que alguien de mi entorno más cercano tiene algo que celebrar, como en el caso de hoy, donde debería felicitarte por tu cumpleaños y dedicarte a ti la misiva y no a un año que «por fin» ha pasado y a mis elucubraciones pseudo-psicosocial-políticas, pero he de confesarte que tenía ganas de cierto desahogo. Será también por el año que «por fin» ha pasado. Sé que sabrás perdonarme.
Como siempre y para despedirme, como suelo decir, no me hagas demasiado caso. Tú eres una persona inteligente que sabrá mejor que nadie tomar sus propias decisiones libremente. De esta misiva, solo yo soy el responsable.
¡Feliz cumpleaños, hijo mío!
Tu padre que te quiere.
rpm’ 21
Fornelos de Montes, xaneiro 2021
P.D.: Tu madre, por supuesto, se suma a las felicitaciones.
*El vídeo, es un vídeo de felicitación navideña que alguien (mi hermana Olga, estoy casi seguro) compartió en nuestro grupo familiar de WhatsApp. Me pareció genial y creo que es adecuado para esta ocasión.
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