«CARTAS DESDE GALIZA»
- RUBENS PINTOS MARTÍNEZ
- 20 may 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 21 feb

Mi Muy Querida Hermana.
Siempre he oído contar a mamá que tú, siendo muy chica, todavía una niña, te ocupaste de todos nosotros, madre, padre y hermanos, cuando ella cayó convaleciente por la rotura de una pierna. Un recuerdo que he hecho mío con el paso del tiempo, pero que seguramente no recuerde del todo bien, yo que tanto presumo de memoria de elefante. Tendemos a hacer nuestro lo que tantas veces se nos ha mostrado, en este caso, contado.
Como no lo recuerdo del todo bien, no sé cuánto de verdad habrá en el relato de nuestra madre que, como madre que es, tenderá a exagerar los logros de sus hijos. Por otra parte, no obstante, sería una osadía tachar aquí a mamá de mentirosa. Así pues, me quedaré con su versión de los hechos y no tendré porque no creer en mi memoria. Puede que sencillamente pase que, lo contado, y menos lo recordado, no concuerde exactamente con lo ocurrido, que parte de la verdad fuera difuminándose a través de los años de amor de madre, o que la propia retentiva llenase los huecos olvidados con alguna que otra invención, tal como solemos hacerlo con las leyendas.
Siendo estrictos y sin tener que echar mano de lo épico, ni de adornar nuestro relato con historias y hasta cuentos poco pegados al suelo, concordarás conmigo que es poco probable que una niña de edad rondando los diez años pueda, ella solita, hacerse cargo de una casa. Es decir, del cuidado de un hogar con todos sus bienes materiales e inmateriales. Sin embargo, déjame que te diga que, tratándose de ti, nada me sorprendería de semejante hazaña; bien al contrario, tal y como te conozco, lo sorprendente seria que lo contado por mamá no fuese más que la sencilla, y demasiadas veces, no creída verdad. Lo tuyo, Querida Hermana, si me lo permites, es la abnegación. Una forma esta que encaja plenamente en una personalidad tan altruista como la tuya. Dar sin recibir ni esperar nada a cambio es algo tan natural en ti, como que a mí se me olvide tantas veces ese extremo.
Tal vez por ello, hoy ya adultos, nos quieras hacer recordar a todos de lo que ya hace tanto tiempo eras ya capaz de hacer. Cuando veo con la abnegación que cuidas a nuestra madre hoy, no puedo más que creer a pies juntillas lo que mamá contaba entonces; lo que ahora, más que nunca, deseo y quiero recordar. Y lo más impresionante, es que lo haces con la máxima sencillez, sin reivindicaciones, con absoluta falta de protagonismo. No necesitas que nadie te lo reconozca, porque reconocimiento alguno anhelas, y menos de quienes, de un modo u otro, no saben reconocértelo. Perdóname si en alguna ocasión pude haber participado de semejante actitud. Yo he tenido la suerte de tener la madre que he tenido; tus hijos, la de tenerte a ti. Así que, por favor, déjame conformarme con ser tu hermano.
¡Feliz cumpleaños, hermana!
Afectuosamente tuyo, tu hermano que te quiere.
rpm’19
Fornelos de Montes, maio 2019.
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