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«CARTAS DESDE GALIZA»

Actualizado: 10 may



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Mi Muy Querido Hijo.


No te imaginas cuánto ha supuesto tu llamada de ayer por la tarde, día de tu cumpleaños. El sustantivo que mejor la definiría sería alivio. Un inmenso y tranquilizante alivio. El sosiego se instaló en mi alma por el desahogo que produce la falta de duda, el no saber y creer. Puedo asegurarte de que la misma sensación se apoderó del ánimo de tu madre. Espero que tu «gafe» con los teléfonos móviles (y lo que no son teléfonos móviles) vaya menguando con el paso de los años, lo cual, si me lo permites y conociéndote un poco, dudo mucho que así ocurra: bien al contrario, con los años, este tipo de, digamos, «situaciones», suelen ir en aumento y agravarse precisamente con el paso del tiempo. Te lo digo yo, que por ser tu padre soy más viejo que tú.


Hacía algún tiempo – demasiado a juicio mío y de tu madre – que no sabíamos nada de ti, y la angustia y otras sensaciones fueron poco a poco mermando mi optimismo ya de por sí menguado por los avatares vitales. Empecé a imaginarme cosas y situaciones hasta llega a temer lo peor. Todo, claro está, producto del no saber, el no conocer. Y empecé a creer. A veces que todo bien, otras que no tanto. Las argumentaciones se inclinaban hacia un lado u otro, sin base sólida alguna, sin nada que de verdad las sustentara. Solo era creer; pero creer, hijo, no es saber. Y yo prefiero lo segundo a lo primero.


Hay quienes, esperanzados, se cobijan bajo el manto de la creencia. Es más – y esto no es más que otra creencia –, no creo errar demasiado si afirmo que la mayoría de las gentes creen más que saben. Es, de algún modo, natural: es mucho más fácil creer que saber. Saber, molesta, y en demasía nos hace infelices por más que aseveremos que nos gusta saber la verdad. Creer, en cambio, nos facilita las cosas y nos consuela porque creemos lo que queremos creer. Al fin y al cabo, y como ha quedado dicho por algún sabio, nuestro cerebro, resumiéndolo mucho, está más bien diseñado para procurarnos la felicidad que para otros menesteres; quizás, estos últimos, más interesantes, pero también más molestos. Pensarás que creo que el mundo está lleno de ilusos; es posible, pero lo que de verdad pienso es que está lleno de ignorancia, por no decir de ignorantes. La creencia, en el fondo, no es más que una de sus formas. Si crees que por vivir tu vida a tu «bola» y a tu aire – de lo cual me alegro enormemente – puedes no ofender a nadie sin que nada ni nadie sepa de ti en la creencia de que de ese modo a nadie ofendes porque a nadie molestas con lo que haces o dejas de hacer, que sepas que estás equivocado; y tú lo sabes. Aunque sea más ingrato y puedan tacharme de hombre de poca fe, yo sigo prefiriendo saber a creer.


A pesar de todo lo expuesto, no te creas todo cuanto te digo. Tú sigue manteniendo tu propio criterio, pero siempre desde la sapiencia, nunca desde la creencia. Esta, y disculpa mi dogmatismo, es en demasiadas ocasiones la madre de todo los «metepatas». Con todo, para mantener un criterio, primero debemos buscarlo. Y solo hay una vía: sabiendo, que es lo que más nos acerca a la verdad.


Bueno, no te doy más la charla. Solo me alegra saber de ti y saber que estás bien, además de felicitarte por tu cumpleaños. Puede que creas que son muchos o pocos los que cumples, pero son los que son y esos son los que, en verdad, cuentan.


Tu padre que te quiere y no te olvida.


rpm ‘20

Fornelos de Montes, decembro 2020.



P.D.: Besos de Mamá.

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